martes, 17 de noviembre de 2009

Siempre llegarás tarde


Me motiva el movimiento: trasladarse de un sitio a otro, cambiar de posición, sentirse libre en definitiva. Moverse por Madrid es maravilloso. ¡Que sensaciones tan increíbles puedes experimentar! Lo mejor de moverse por Madrid es que nunca sabes qué va a pasar. Si vas andando por el centro –entre las zanjas de las obras, por supuesto- o bien te pierdes, o bien puedes acabar en cualquier calleja donde te robarán o violarán (en función de tu género).


Pero sin duda, la mayor aventura de Madrid, el mayor goce, la sensación más increíble que puedes sentir, es utilizar el transporte público. Porque el transporte público en Madrid es especial; tiene algo que ninguna otra ciudad puede igualar: vayas donde vayas, vengas de donde vengas; siempre llegarás tarde.


Da igual que salgas con una hora de antelación, da igual que busques la ruta más corta, da igual que te lleven en coche a la parada más cercana, da igual que corras para pillar el último vagón, da igual que hagas mil combinaciones de metro-bus-cercanías para intentar llegar antes… el resultado será el mismo: siempre llegarás tarde.


Lo curioso –y, a su vez, fantástico en esta ciudad- es que cada día será por una cosa distinta. Madrid es lo que tiene, que el transporte público cada día te puede otorgar una excusa diferente en un intento de justificar su ineficacia y, en el caso de los funcionarios responsables de la EMT, su ineptitud. Dejando a un lado los fenómenos atmosféricos, que son empleados constantemente como argumentos válidos para demostrar los retrasos de los transportes públicos; las evasivas y pretextos son variados: hay días en los que se está reparando un tramo del rail del metro, otros en los que un tren se ha quedado parado en Villaverde, otros días el vagón va hasta arriba y no cabes, en ocasiones te obligan a salir a la calle para hacer un trasbordo y coger un bus, habitualmente hay obras, o, mi excusa favorita: hay atasco. Porque da igual el autobús que cojas, siempre habrá atasco en el centro de Madrid, en la periferia, en la M-30, en la M-45, en Pozuelo o en Alcorcón. Siempre llegarás tarde.


En fin, ¿qué sería de esta ciudad sin sus atascos, su gente estresada, sus trenes averiados o sus esperas en el metro? ¿Disfrutaríamos realmente de la vida en esta sucia cloaca sin estas aventuras? ¿Merecería la pena pasar nuestras vidas de estudiantes sin estos jaleos? En definitiva, Madrid está contribuyendo a nuestra formación como personas, nos enseña a afrontar los problemas de la vida y a saber que muchas veces tendremos el viento en contra dándonos en la cara. Pero es que, el viento que viene de la capital huele tan mal…


Gracias EMT. Gracias Madrid.

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